- Ari, ¡¿Tu no habías quedado con Blas?!-
Dijo Alba tirándose encima de mí.
- ¿Qué?- Dije incorporándome.- ¿Qué hora es?
- Las tres y media…
- ¡¿Qué?! Mierda, que viene en media hora no
me da tiempo.
Me levanté del sofá sin dejarle decir nada
más y entré directa a mi habitación. Mónica ya se había marchado. Dejé los
zapatos de la noche anterior tirados por el suelo y abrí el armario en busca de
algo de inspiración. Me di una ducha rápida, lo suficiente para desperezarme, y
que se me quitara la jaqueca de la noche anterior.
Me enrosqué una toalla alrededor del cuerpo
y entré en la habitación de nuevo. Tropecé con los zapatos y caí, con tan mala
suerte que la esquina de la cama se clavó en mi espinilla.
Aun dolorida me levanté como pude y me
vestí. Me puse un vestido azul de manga corta con un fino cinturón en la
cintura, y cogí unas sandalias que me había comprado antes de venir de
Barcelona.
Me miré en el espejo. Tenía el pelo
empapado. Me enrosqué la toalla en la cabeza y volví al lavabo.
- Blas está subiendo.- Dijo Alba asomándose
por la puerta del baño, mientras enchufaba el secador.
- ¡¿Pero que hora es?! Si aún es pronto…- La
miré. Estaba riéndose de mí. Como me temía Blas aun no había llegado.- ¡Eres
idiota!- Añadí tirándole la toalla.
Picaron a la puerta. Me quedé mirándola con
cara de desesperación.
- Ya voy yo… Pero corre que no te va a dar tiempo.
Fui hacia el salón y me senté en el sofá a
abrocharme las sandalias.
- Hola.- Miré al frente. Blas estaba parado
justo en la puerta con una gran sonrisa. Me levanté y le di un fuerte abrazo.
- Hola- Dije tomando aire.- Ven, que tengo
que coger el bolso.- Le cogí del brazo y le llevé hacia la habitación.
Lo cogí de encima de la cama y miré en su
interior. Era un desastre. ¿Dónde habría dejado ahora mi teléfono móvil?
Miré a Blas que se limitaba a reír viendo
esa cómica escena de desesperación.
- No
te quedes ahí parado riéndote. Ayúdame, que no encuentro el móvil.
- A ver, espera que te llamo.- Dijo marcando
mi número.
- Estaba en silencio. O sino estará apagado,
o lo habré perdido por alguna parte de Madrid, quien sabe. ¿Y si me lo han
robado? No, tiene que estar por alguna parte.- Añadí revolviendo toda la cama.
- Ari, estate quieta, no pasa nada, si
tienes que llamar te dejo el mío.- Dijo ahora ayudándome a buscar entre las
sábanas.
Me levanté de la cama y tropecé con uno de
los zapatos que me puse la noche anterior, los dichosos zapatos. Caí encima de
Blas, que acabó tumbado encima mio. Mirándome fijamente.
De golpe abrieron la puerta. Era Alba. La
cara que se le quedo cuando nos vio a uno encima del otro en el suelo fue tan
épica que no pudimos evitar reír.
- Eh, esto… ¿Interrumpo?- Dijo Alba sin
poder evitar reírse.
- No, es que nos hemos caído y…- Contestó
Blas, la historia, aunque cierta, cada vez era menos creíble.
- Si, seguro… Ari me voy a casa de Álvaro.-
Dijo rápidamente evitando seguir con aquel tema.
-Vale, esta noche nos vemos, si me tienes
que llamar llama a Blas, que lo de que no lo encuentro es verdad, creo que lo
he perdido.- Añadí aún sin poder parar de reír. – Oye, ¿Y tú no te habías ido?
- Si, pero me he dejado el bolso. Bueno me
voy que aun tengo que ir hasta casa de Álvaro.
Alba se marchó rápidamente, pero no sin
antes mirarme con una sonrisa.
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Tras salir de la habitación de Ari y coger
mi bolso, me dirigí hacia casa de Álvaro. Me costó encontrarla, ya que el
Google Maps de mi móvil se volvió loco. Al llegar, piqué desesperadamente ocho
veces al timbre. A la novena, me abrió.
- Hola. ¿Querías quemarme el timbre o
simplemente has cogido un tic?- Dijo él sonriente, dándome un beso en los
labios.
Ignoré su comentario y entré sin que él me
invitara a hacerlo y como Pedro por su casa, me dirigí hacia la mesa donde
había papeles y libros amontonados.
- ¿Es esto lo que tienes que estudiar?- Pregunté.
- Si.- Dijo con una mueca de desagrado.
- Maldita sea. Creo que tendría que dejarte
la tarde para ti. Es mucho.
- Yo creo que no, que deberías quedarte.
Tampoco es tanto.- Dijo guiñándome un ojo.
Le sonreí.
- Bueno, ¿no piensas enseñarme tu casa, o
qué?
Hicimos un breve recorrido por ella hasta
que llegamos a una salita pequeña que me cautivó.
- ¿TIENES UN PIANO? ¿Cómo no me lo habías
dicho antes?
- ¿Te gusta el piano? ¿Sabes tocarlo?
- Me encanta.- Dije dirigiéndome al piano y
abriéndolo.- ¿Qué quieres que te toque?
Álvaro se me quedó mirando con cara de
circunstancia, y entonces me di cuenta.
- Vale, si, ha sonado bastante mal.- Reí.
Él se echó a reír conmigo.
- Bueno, pues tocaré... ¿Someone like you?- Dije.
- Vaya...
- ¿Qué te pasa?
- No... Nada... Hubiera preferido que
tocases cumpleaños feliz... Ya sabes... Por eso de que los pasteles se
relacionan con los cumpleaños...- Dijo riendo.
Le miré arqueando una ceja.
- ¿Estás enfadada?- Preguntó serio.
- ¿Cómo quieres que me enfade con alguien
como tú? A veces eres muy tonto y haces
cosas que no me gustan pero es imposible, yo te quiero igual.
- ¿Me quieres igual?
- Si, mucho. JE, JE...
- Empiezo a sospechar que solo me quieres
por mi piano.
- Justo eso. Has dado en el clavo.- Dije
cerrando el piano.
- Eh, ¡qué aún no has tocado nada!
- Es tu culpa, tú te lo pierdes. Mala
persona.
Le saqué la lengua y salí corriendo de la
salita hasta el comedor, donde me senté en el sofá. Él vino cinco segundos
después.
- ¿Nunca te cansas?- Preguntó.
- Hoy estás más guapo que de costumbre.- Le
dije.
Se sentó a mi lado y yo apoyé mi cabeza
sobre su hombro.
- No lo entiendo.
- ¿El que no entiendes?- Preguntó él.
- No sé casi cosas de ti, y sin embargo te
quiero y te necesito. No tiene sentido.
- Bueno... Sabes que me llamo Álvaro, que
soy de Madrid, canto, tengo 22 años y... te quiero.
- ¿22? ¿Seguro? ¿Cómo sé que no mientes?
- ¿Cuántos tengo si no?
- Que se yo... ¿Treinta y cuatro? Si, eso.
Yo creí que tenías 34. Me has engañado pero bien. Eres demasiado joven para mí.
22 años son pocos. Te dejo.
- Eh... Pe...- Comenzó a decir él.
- No.- Interrumpí.
- ¿No qué?
- Que te he vuelto a mirar y no te dejo. No
puedo.
- Estás loca.
- Pero soy adorable, y lo sabes.
- Todo el mundo lo sabe.
Miré el reloj.
- Bueno, han pasado ya veinte minutos, y no
me quiero ir, pero quiero que seas inteligente y un hombre bien formado, así
que te voy a dejar estudiando.
- ¿Ya? Dijiste media hora. Jolín.
- ¿Jolín?- Dije riendo.- Jolón. Llámame
cuando tengas otro huequito para mí.
- ¿A caso dudabas que lo haría?
Me levanté y le besé.
- ¿Qué vas a hacer ahora?- Preguntó.
- Me iré con Ari a alguna parte. Si ha
acabado lo que estaba haciendo...- Dije recordando la última escena.
- ¿Qué estaba haciendo?
- Cosis con Blas.- Dije riendo.
Le volví a besar, bajo su cara de "no
entiendo nada".
Me dirigí hacia la puerta y allí me giré
para ver como me dedicaba una de sus bonitas sonrisas. Le mandé un beso con la
mano y salí.
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Estuvimos
dando una vuelta por las calles mientras hablábamos, hasta que el calor nos
hizo sentarnos a la sombra de un árbol. Me tumbe a su lado. Cerré los ojos y noté
como se puso a mi lado.
Giré
la cabeza hasta que nuestras caras quedaron frente a frente. Él estaba a
pocos centímetros de mí, mirándome. Notaba algo extraño en mi estómago. Algo
que nunca había sentido por nadie.
- ¿Por qué es todo tan difícil?- Murmuró,
ahora me miraba a los ojos y hablaba casi en un susurro- ¿Por qué nos cuesta
tanto decirnos las cosas?
Mi estómago se revolvía cada vez más. Noté
sus manos acariciándome, abrí los ojos cuándo noté la yema de sus dedos en mi
cara. Estábamos muy cerca, demasiado.
Suspiré. Blas suspiró y se separó de mí.
Me senté y miré hacia arriba, mirando al
cielo. Él se reincorporó. Estaba ausente, raro.
-
¿Estás bien? –Le dije. Quería que se acabara esa tensión, estaba sufriendo, mi
estómago no me dejaba descansar, y mi corazón menos. Se aceleraba por momentos,
no sabía como actuar.
- Ari yo…- Cerró los ojos y volvió a dejarse
caer a mi lado. Pero esa vez estaba más cerca que antes. Y mi corazón cada vez
latía más fuerte.
Su nariz rozó la mía y me acarició la cara,
poniendo los dedos bajo mi barbilla, acercándome a él. Cerré los ojos y noté
sus labios contra los míos.
Blas me besó, y fue el beso más dulce que
jamás me habían dado. Sus labios me rozaron lentamente, con cuidado, mientras
sus dedos, suaves, paseaban por mi cara y se enredaban en mi pelo.
- Lo siento, no he debido hacerlo, yo…- Dijo
separándose.
- Blas, no pasa nada.
- No, de verdad, lo siento, no he debido
hacerlo, y debía haberte dado una explicación... No se lo que me ha pasado…- Él
seguía hablando, excusándose por lo que acababa de pasar, una cosa que me había
gustado y quería repetir.
- Blas, que te calles, que me ha gustado que
lo hicieras.- Solté de golpe, y así consiguiendo capar su atención.
- ¿Enserio? ¿Te ha gustado que te besara?
¿No te has enfadado?
Asentí, levantándome y tendiéndole la mano.
- Anda vamos, que aun me tienes que enseñar
Madrid.
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